sábado, 14 de junio de 2008

I

Abrí la puerta de la entrada y salí a la calle. Caía esa lluvia fina, fresca, que tarda en mojar. Eché a caminar sin rumbo, sin pararme a pensar si a la izquierda o a la derecha, sin mirar a los demás individuos que pasaban a mi lado, que se chocaban y ni siquiera miraban en señal de disculpa.
Estuve, 1, 2, 3, horas... qué sé yo, andando bajo esa lluvia. En una especie de paréntesis mental, sin pensar en nada de forma consciente. Aquel rato de paz, tranquilidad y desconexión, fue quizás... el mejor momento en días, semanas, meses o incluso años diría yo. Cuando noté el frío del acero de mi reloj en la muñeca, entonces, sólo entonces, pude salir de aquel estado de paz. Seguí deambulando hasta llegar de manera automática a aquella casa, donde me esperaban todos. Saludos, besos y muestras de cariño y después una tertulia de la que no tardé mucho en descolgarme. Al poco tiempo, no se cuanto exactamente, empecé a notar algo familiar, agradable. Había conseguido volver a ese estado de paz, ahora de manera consciente, había conseguido centrarme por una vez en mi misma y dejar que todo lo demás siguiera dando vueltas. En ese momento, en ese preciso instante, comenzó lo que ahora llamo mis días, mis noches, minutos, horas, segundos... en resumen, mi vida.

1 Comment:

Anónimo said...

este blog promete C=
me iré pasandoooo y tal :D

te quiero morbosaa.